Las sillas de la sala de espera están demasiado altas para las abuelas que se sienta con los pies colgando, y encima al ser ergonómicas y estar un poco inclinadas de respaldo para bajarse de ellas tienen que hacer gimnasia.
Estoy acompañando a un familiar desde hace un rato. Al fin sale la doctora y nombra a todos en una sucesión de cinco personas. Somos los últimos y me dice mi acompañante:
- Ya está claro para un rato.
Y: Salvo que aparezca un yonkarra.
Si lo invoco por magia negra no aparece tan pronto. Va a dos consultas que están cerradas, por fin acierta con una que tiene médico pero le remite a la enfermera de guardia que está justo al lado de nuestra puerta de espera.
El urgentado supuesto toxicómano golpea muy educadamente la puerta de la enfermera de guardia y en ese momento sale la enfermera con el paciente anterior. Le explica al necesitado que tiene que esperar al menos media hora a que atienda a la abuelita que le toca entrar. El yonki no protesta (algo que nos sorprende a los presentes) e incluso se ofrece a ayudar a la mínima abuelita que tiene el turno a bajarse de la silla en la que está encaramada. La abuelita se resiste a que le ayude y está a punto de tirarse de cabeza. Pero la ayuda de una forma muy educada antes de marcharse en dirección a las escaleras y supongo que la calle.
Estuvimos esperando hasta que nos tocó el turno y el yonki no volvió.
Antes de marcharnos volvimos a hacer cola nuevamente en las ventanillas de gestión (pedir medicinas y las tarjetas nuevas para el pago de los medicamentos). Hay tres ventanillas. Cuando nos están atendiendo intenta colarse una madre que va con un adolescente que tiene fiebre. Quiere que le vea la enfermera. La de administración le dice que espere a su turno. Se pasa a otra ventanilla y entre pacientes se cuela.
Me da mucha pena el yonki.
Allison Cameron.