Anoche iba en el coche camino de un sitio cuando tuve que parar en un semáforo que no suele haber nadie. Yo era el tercer coche y por la derecha había otros dos.
Me fijaba en la tenue línea de luna que emergía en el cielo y de pronto un claxon me sacó de mi observación.
Un peatón cruzaba por donde no debía. Un chico joven. No solo no aceleró el paso sino que cuando llegó al otro lado de la calle empezó a mostrar dedos a los del coche delantero, a pegar cortes de mangas a todos los presentes. Y por fin se bajó los pantalones del chandal y nos enseñó el culo a todos acompañado con otros gestos.
Los del primer coche pasaron de él y se fueron, pero los del segundo que también eran jóvenes esperaban a ver que pasaba a continuación. Yo iba tarde y quería adelantarles por la derecha pero venían coches. El ofendido peatón se subió los pantalones y se fue alejando.
Por fín cruzamos la calle.
De camino al sitio meditaba en el raro fenómeno astronómico que había tenido el privilegio de ver: cuarto creciente y luna llena.
Oliverio.