Inicié mi regreso mientras me preguntaba como había llegado hasta allí solo. Volví la cabeza y me di cuenta de que otro chico joven se acercaba hacia él desde uno de los pocos automóviles que había.
Volví andando hasta el pueblo y cuando me aproximaba a las casas oí un ruido suave detrás de mi. Era la el ruido del motor de la silla de ruedas. Al llegar a mi altura el adolescente me dio con la cabeza en señal de reconocimiento. Le puse la mejor de mis sonrisas y le desee buenos días.
Los siguientes metros no pude ver mucho el camino porque yo no paraba de llorar.
Oliverio.
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