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domingo, 9 de octubre de 2016

Respetando las reglas.

De vuelta a casa el autobús iba casi vacío porque era esa hora indefinida entre el café temprano para unos y el vermú tardío para otros. Pasada una parada una señora mayor empezó a clamar para que le parara el conductor porque ella había tocado. El conductor aprovechó un semáforo en rojo muy cerca de la marquesina y le insistió varias veces para que tocara el timbre y viera cómo sonaba. Al final la señora se dio cuenta de que o tocaba o el conductor se iba a poner en marcha. 
Efectivamente no había tocado. Ella insistía que había tocado. Y otra señora le hizo notar que si había tocado el botón que ella decía había reclamado el uso de la rampa. El conductor una vez que demostró que llevaba razón abrió, esperó a que se bajara y siguió.
Varias paradas después vimos venir en una calle de dos carriles otro autobús del mismo número que iba en dirección contraria. El conductor que venía le dio con la mano para que se parara mientras que indicaba al coche que estaba detrás que le adelantara.
Los dos autobuses se pararon ocupando la línea discontinua de los dos carriles y se dieron un recado. El señor del coche de detrás ante mi asombro esperó tranquilamente hasta que reanudaran la marcha con peligro que de que volviera a cerrar el semáforo.
Cuando pasó a nuestra altura me di cuenta de que estaba hablando por el teléfono.
Creo que las leyes todavía las utilizamos como un arma arrojadiza no como una norma de convivencia.


Oliverio.

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