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viernes, 8 de junio de 2018

Acicalado.

Las líneas largas de metro tienen un fluir especial, según van adentrándose en el extrarradio van perdiendo ocupantes, dependiendo del vagón pueden tener menos ocupantes y si tu destino es de las ultimas estaciones puede ser que vayas casi solo.
Volvía a casa al final de la tarde e iba enfrascado en la lectura. Dos estaciones antes de mi parada guardé el libro y empecé a observar los pocos pasajeros que quedaban en el vagón. Y al final del todo había un joven que se observaba con todo detenimiento en los cristales de la puerta. Zapatillas y tobillos al aire, pantalones vaqueros de ballet, repegados que marcaban el sitio donde iba el teléfono, la cartera, y todo, camiseta marcando la musculatura de los brazos y un peinado esculpido con un pequeño tupé. Se pasó todo el trayecto contemplando su figura, por delante, detrás, por delante, de medio lado. Nos miraba de reojo pero como veía que los pocos ocupantes iban más ocupados en su propio cansancio y no le prestaban mucha atención seguía concentrado en su aspecto. Ponía poses y seguía observándose con detenimiento.
¿Cúando iba a estar mejor?
En la estación final nos bajamos y cogió la dirección contraria del andén. Me tropecé con dos chicos y tres chicas que entre risas empezaron a silbarle para hacerle notar su presencia.
Supongo que nos ponemos guapos para los demás pero también para nosotros mismos.


Oliverio.

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