Los dos peluqueros son musulmanes (ha habido un momento que en la radio sonaba la llamada a la oración, creo yo, mientras en la tele se podía ver un programa de un canal temático americano sobre unos que estaban en un bosque buscando algo, o eso parecía). Los dos clientes sentados en los sillones eran rumanos. Y los dos clientes que esperábamos parecíamos españoles y no abríamos la boca.
De los peluqueros (a los que ya conozco) el joven y alto no para de hablar, el que parece un poco mayor que su compañero es circunspecto y silencioso. La conversación no ha tenido desperdicio.
Al principio hablaban de los gais, he llegado con la conversación iniciada. En un arranque de tolerancia no tenían nada en contra pero como todos los que hablaban estaban convencidos de que la gente se hace gay y por eso era mejor no estar en contacto con ellos. Yo escuchaba mientras contestaba mensajes en el teléfono. El peluquero conocía el caso de un amigo que tenía un amigo, risas de todos los presentes cuando han insinuado si era muy amigo de él, que casado y con hijos se había hecho gay con 27 años. Les parecía inconcebible. El peluquero charlatán llevaba la voz contante y señalaba que un día delante de la peluquería dos chicos y una chica estuvieron hablando un buen rato, que cuando se marchó la chica le dieron un beso pero que ellos siguieron un buen rato y que cuando se separaron el beso se hacía eterno. Que no entendía a aquellos, que la chica estaba bien pero ellos eran gais y no entendía por qué no la preferían. Y le parecía mal que se estuvieran besando porque podía pasar por allí una madre con sus niños o un chaval. Y eso estaba mal. Al que le estaban haciendo el peinado más elaborado comentaba que el había trabajado en Chueca. Risas de los tertulianos porque no había especificado en qué. Y aclaró que entraba a las 5 de la mañana con sus compañeros y que por allí estaban besándose tan tranquilos. También añadió que entró en unos estilistas y le cobraron 40 euros por un corte de pelo.
El peluquero silencioso terminó con su cliente. Que pagó y salió fuera a fumar supuse que esperando al joven. La puerta del negocio cerraba bastante mal. Mientras el peluquero dicharachero seguía con el peinado del joven que llevaba partes con dibujos a base de navaja. Era muy elaborado. Y saltaron al tema de las peluquerías. El rumano decía que las mujeres en España cortaban el pelo fatal y estaban convencidas de que lo hacían muy bien. Pero que los tíos no se dan cuenta hasta que están fuera, que no había color que los peluqueros en Rumanía eran fantásticos. En una jugada de mercado penosa el peluquero dijo que había oído que eran muy malos allí. El hombre joven rumano le llevó la contraria de manera comedida. El peluquero siguió diciendo que si le tocaba la lotería iba a poner un salón sensacional (con el compañero delante y sin incluirle), el cliente le preguntó si iba a contratar mujeres y el artista le vino a decir más o menos que de ninguna manera o iba a acabar liándose con ella, porque claro allí todo el día era casi inevitable. El pelo del cliente de punta en la parte de arriba, en flecha hacia la nuca, con todos los laterales al uno y con dibujos geométricos. Seguían de conversación cuando su compañero despachó al señor mayor y le cobró.
Antes de acabar con el segundo llegó otro cliente que no podía cerrar la puerta de la calle y parecía conocer al señor mayor y a los peluqueros. El peluquero locuaz había accionado para poder cerrar la puerta, pues estaba al lado y entraba fresco de la calle. El nuevo había pedido que dejaran guapo al señor mayor, lo que ha puesto una sonrisa al cliente y al peluquero silencioso. Ha llegado un chico joven que ha preguntado si le podían cortar el pelo, el reloj ya estaba más cerca de las dos que de la media, pero le han dicho que se pasara. La puerta no cerraba. Y para remate ha entrado el amigo del rumano que estaba fuera. El peluquero al final para sujetar la puerta ha dejado parte de la bandera española que estaba encima de la puerta acristalada fuera para que la puerta se quedara bloqueada. He tenido que sofocar las carcajadas.
El peluquero callado ha terminado y cobrado al segundo señor y me ha pedido que me sentara. Mientras el otro peluquero parecía que había terminado pero le ha pedido al cliente que subiera una foto del peinado a Instagram. El cliente ha reconocido que tenía cuenta pero que no sabía muy bien como funcionaba pero el interesado en exhibir su obra ha cogido el teléfono y se ha puesto a maniobrar para hacerlo. Le ha comentado el cliente que el peluquero tenía pocos seguidores, ante lo que el orgulloso peinador le ha respondido que llevaba poco tiempo en la aplicación, el conocido que esperaba ha argumentado que no pusiera excusas que a él no le quería ni dios. El cliente ha enseñado la foto de su hijo al personal y se ha levantado todo repeinado.
A mi ya me estaba cobrado el otro peluquero. Mientras recogía mi abrigo el del pelo complejo ha pedido que le cobraran 6 euros a lo que el peluquero silencioso le ha dicho que cuando trajera el carné de jubilado. El amigo del peinado digno de instagram, con nombre de peluquería y autor, había salido antes y estaba fuera. Cuando he salido me ha dicho que la puerta cerraba mal. Le he dado las gracias y he cerrado la puerta por fuera, sin pillar la bandera. Si le doy charleta seguro que se enrolla, que se le veía con ganas de hablar.
Me he marchado hacia el restaurante a comer a toda carrera con una sonrisa en la cara y pensando que parece que en todos los trabajos se fuma.
Oliverio.
He comprobado las horas de la oración del día de hoy y efectivamente era la llamada a la oración.
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