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domingo, 1 de enero de 2017

La mejor noche.

La noche del 31 y todas sus secuelas hacen que la noche del día 1 de Enero sea la noche más tranquila y perfecta para conciliar el sueño.
El día 1 por la mañana la gente va por la calle como los extras de una película de zombis y todo el resto del día hay un ambiente pausado y silencioso. Por eso me extrañaba tanto el ruido que hacían unos niños riéndose en el último vagón del metro volviendo a casa. Ya era un poco tarde para esa noche, pasadas las diez y volvíamos muy pocos. Al final dejé de leer el libro y miré para atrás a ver que les hacía tanta gracia a los niños.
El padre estaba haciendo el payaso con ganas. Hacía como si fuera un ninja mientras adoptaba poses de lucha y daba golpes de películas de artes marciales con las manos. Era un señor con barba de cuarenta años con un sobrepeso clamoroso que le permitía ir en manga corta con el frío que hacía.
Y de pronto el señor se puso a hacer un baile de barra americana al amigo para regocijo de los críos y mujeres de ambos. Subía y bajaba su corpachón acercándose al amigo que estaba totalmente pegado a la pared del vagón. El bailarín tenía una flexibilidad asombrosa y parecía saberse los movimientos o al menos lo hacía con tal descaro que nos dejó engañados a todos, se daba la vuelta, subía y bajaba su cuerpo pegado al del otro señor, echaba la cabeza hacia atrás mientras canturreaba, increíble.
Pensé que si alguien captaba las imágenes y las subía a las redes sociales se iba a hacer viral sin lugar a dudas.
Las mujeres y niños se partían de risa. Puede que conocieran el número. El amigo estaba un poco azarado de ser el protagonista involuntario del show. Llegaron a su estación, se puso el abrigo y se bajaron camino de la noche, el frío y el anonimato como si no pasara nada. Volvió a centrarse en hacer el payaso con los niños. 
Yo creo que perdí una oportunidad de incluir un vídeo en el blog.


Oliverio.

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