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viernes, 11 de enero de 2019

Corazón.

Regresaba a casa en el autobús y me senté en el primer asiento. Muy cerca de mi parada, que es de las últimas, oí como una señora le recordaba a otra que se bajaba que no se olvidara de la maleta. La señora dijo que la maleta no era suya.
Todavía parados un señor se acercó y se lo dijo al conductor. De pronto un calor me subió desde dentro y pensé los peligros de una maleta abandonada. El conductor salió de su sitio y dijo en alto:
- Cojo la maleta porque en esta línea no va a durar mucho.
Llevo la maleta, de esas rígidas pero con un paise de colores muy alegre y luminoso que la hacía bien visible, a su cabina y la situó detrás de su asiento.
Yo lo único que quería ya era que llegara a mi parada. El conductor también siguió su corazón.

Oliverio.


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