Una señora de mediana edad se metió y se dirigió hacia los asientos que nadie le disputó. Todo el andén miraba extrañado. El guarda jurado se dirigió hacia ella y ella puso cara de sorpresa. Al fin reaccionó mirando para los lados y se echó mano a las orejas para quitarse los auriculares. No había oído nada e iba a lo suyo.
Oliverio.
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